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¿La Calle del Crimen o la Calle de los Crímenes?

 Texto y fotos de Carlos A. Sourdis Pinedo





¿Qué pasó en la Calle del Crimen, en el centro de Barranquilla, para que ésta haya conservado tan tétrico y poco atractivo nombre hasta nuestros días?

En lo que todos parecen estar de acuerdo es en que algo muy malo tuvo que pasar en esa cuadra, ubicada en la calle 32 (calle conocida en diversos periodos de Barranquilla como ‘del Comercio’, ‘de la Escuela’, ‘del Banco’, ‘de la Cruz’ y ‘de la Soledad’) y delimitada por las carreras 40 (La Paz) y 41 (Los Estudiantes).

Pero según la persona que uno consulte, puede obtener distintas versiones.

Van desde las que aseguran que no debe su nombre a un asesinato o crimen en especial, sino a que en el pasado estuvo ocupada por bares y prostíbulos, por lo que era frecuentada por personajes fuera de la ley y no pocas personas resultaban robadas, asaltadas, heridas e incluso muertas en ese lugar de la ciudad, hasta las que relatan con detalle horripilantes asesinatos que se habrían cometido en esta cuadra.

Tampoco hay ‘quorum’ sobre la delimitación exacta de la sección de la calle 32 que recibió ese nombre. Aunque las carreras 40 y 41 parecen ser sus límites más aceptados popularmente, autoridades en la materia como el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y su colega Plinio Apuleyo Mendoza comentan en una conversación (recogida a manera de libro en ‘El olor de la guayaba’): 

Apuleyo Mendoza: Calle cercana a la Plaza de San Nicolás. Ubicada en la Calle 32 entre las carreras 39 y 40.

García Márquez: La calle del Crimen, claro. Yo vivía allí, en hoteles de paso que son los mismos hoteles de las putas. El cuarto costaba un peso con cincuenta por noche. A mí me pagaban en El Heraldo tres pesos por columna, y a veces tres más por el editorial. Cuando yo no tenía el peso con cincuenta para pagar el cuarto, le dejaba en depósito al portero del hotel los originales de La hojarasca. Él sabía que eran para mí papeles muy importantes. Mucho tiempo después, cuando yo había escrito ya Cien años de soledad, entre las gentes que se acercaban a saludarme o a pedirme autógrafos, yo descubrí al portero aquel. Se acordaba de todo” (‘El olor de la guayaba’, 1982, pág. 59)”.

Como se ve, según estos dos ilustres escritores, la cuadra llamada Calle del Crimen se encontraba un poco más al oeste (entre las carreras 39 —Las Flores— y 40) del lugar en que la fija hoy el imaginario popular.

Y el mismo García Márquez habla del tema durante una entrevista previa: 

“En una entrevista concedida por GGM en 1971, habría de recordar aquellas noches por esta popular calle:

―Una noche – dijo – cuando volví la última vez del exterior, salimos con Alfonso (Fuenmayor) a recorrer la ―Calle del Crimen, donde tantas noches amanecimos de parranda, y al ver unas mujeres en la acera comenté al oído a Alfonso; 'Qué vaina, parecen cachacas…', y una alcanzó a oírme , me gritó: ―Cachaca será tu madre, desgraciado. Es un recuerdo inolvidable de Barranquilla. Como el que tengo, también, del bar ‘Happy’, donde se congregaba nuestro grupo antes de que existiera ―La Cueva. Al ‘Happy’ lo inauguramos nosotros, y lo quebramos. Cuando nos dijeron que la pila de vales era superior a las existencias de ron que quedaba, emigramos a La Cueva. Después fundamos una revista literaria en la cual publicábamos todo lo que se nos ocurría… (…)” (‘El regreso a macondo’, 1971, pág. 69).




Lo frustrante es que en ninguna de las dos menciones a esta calle, se detiene el Premio Nobel a dilucidar cuál podría ser el origen del nombre que le han endilgado a la cuadra (ya sea entre las carreras 39 y 40 ó entre las carreras 40 y 41).

Antes las crecientes dudas, decidí consultar a un nutrido grupo de amigos, todos amantes y muchos de ellos conocedores de la historia de la ciudad.

Obtuve respuestas como ésta: “Carlos, tendría que buscar en mis archivos la historia de la Calle del Crimen (Cle 32). Creo haberla publicado hace muchos años. Pero mi memoria no me da para decir con exactitud el acontecimiento que ocurrió. Pero sí recuerdo que mataron a una señora allí. Era la madre de dos hijos a quien por circunstancias de la vida la dejó su esposo sin recurso alguno para mantener a su familia. Optó por llamarse "Flor" quien fuese la mujer más hermosa que frecuentaba la calle 32, vendiendo su cuerpo con movimientos glamurosos que todo hombre quedaba loco al verla. No solo era hermosa en su físico, sino que también tenía un corazón lleno de dulzura inigualable que cualquier hombre caía de rodillas, declarándole amor y aceptación para formar un hogar. Pero Flor, quien adolorida del recuerdo de cuando era feliz y enamorada del hombre que la abandonó, juró no casarse jamás. --- Lamentablemente la vida le jugó una mala pasada y una noche fue asesinada con furia suprema por un hombre herido por no ser correspondido por la dulce y hermosa Flor...”

Otro de estos cultores de la historia de Barranquilla narra una historia menos triste y menos poética, pero igualmente interesante y posible: “Yo trabajé bastantes años en la 32 con 43 y creo que le decían así por que robaban cadenas, billeteras y otros objetos de valor. y se descargaban en la esquina de los fritos: una vez encontraron varias cosas robadas dentro del tanque del guarapo”.

Este amigo en particular recordaría posteriormente el nombre (o sobrenombre) del vendedor de guarapo: “El Químico”.

Un tercer miembro del Grupo asegura que “La Calle del Crimen es llamada así por un duelo que se dio entre dos grandes familias barranquilleras”.

No contento con estas respuestas, decidí emprender una incursión ciclística, armado de cámara y grabadora, dirigiéndome ‘al lugar de los hechos’. O a la escena ‘del Crimen’.

En la esquina de la 32 con 40 me encuentro con un vendedor de comestibles, Anibal de Jesús Romero, de 39 años, barraquillero, quien sostiene que el nombre proviene de “un asesinato” que se produjo “hace años” en la esquina de la calle 32 con carrera 39, pero no recuerda la identidad del muerto. 

Lo que sí recuerda es que era una calle de mala fama y cierto peligro, señalando el edificio donde hoy se venden maniquíes y que otrora fuera uno de los hoteles frecuentados por Gabriel García Márquez y, en frente, la Cacharrería Uribe, indicando que ambos inmuebles eran prostíbulos reconocidos en otras épocas. “Como usted puede imaginarse, era una calle del bajo mundo, con muchos problemas”.

Por su parte el señor Domingo Sobrino, de 69 años, nacido en el Hospital Barranquilla, bautizado en la Iglesia de San Roque y trabajador desde hace décadas en el sector de la Calle del Crimen, atribuye este nombre a un múltiple asesinato que se cometió contra una familia de origen antioqueño recién alojada en uno de los hoteles del lugar. Sostiene que fueron asesinados a golpes de porra los dos miembros de un matrimonio y su hijo. “Fue para robarles lo que traían”, dice y asegura que no recuerda la fecha, porque para entonces “yo ni siquiera había nacido”.

Pero quizá la información más precisa obtenida hasta el momento proviene del investigador Adlai Stevenson. Ya le había comentado días atrás mi inquietud acerca del nombre de esta calle.

Pues bien, me llamó esta mañana, bien temprano, para decirme que, por esas casualidades quizá macondianas, entabló conversación con un mecánico que reparaba su carro y esta conversación derivó espontáneamente hacia el dichoso nombre.

“La calle se llama así porque el 14 de agosto de 1937, un señor de origen libanés que por ahí vivía, asesinó a sus tres hijos y a su esposa y se suicidó a continuación”, dijo con seguridad el mecánico. “Fue un caso famoso, salió en la prensa de todo el país y en el extranjero”.

Es más, el hombre recuerda —me comentó Adlai Stevenson— que el ciudadano libanés se llamaba Azik Nabik.




Es una lástima que el Archivo de la Hemeroteca ubicado en el Edificio de la Aduana permanezca cerrado por estos días debido a las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus. Allí sería fácil corroborar esta historia, con la ayuda de Hélkin Núñez Cabarcas, buscando en los ejemplares de La Prensa (el diario de mayor circulación en ese año) o incluso en El Heraldo, que había comenzado a funcionar pocos años antes.

Desde luego, nos hemos hecho el firme propósito de verificar o ratificar esta historia tan pronto la situación se normalice y el Archivo de la Hemeroteca sea reabierto al público.

De todos modos, así este último dato resultara ser cierto, quedan dudas en cuanto a que esto sea suficiente para borrar todas las historias que la creativa imaginación popular barranquillera ha ido tejiendo en torno a la denominada Calle del Crimen.


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