Por Carlos A. Sourdis Pinedo
Para los creyentes católicos en Barranquilla, pocos momentos como el actual son tan propicios para volver la mirada hacia la Iglesia de San Roque, en la calle 30 con carrera 36 del Centro de la ciudad, y para hacer aunque sea una visita a este templo.
Recordemos que lleva su nombre por la devoción a San Roque de Montpellier, uno de los tres patronos de los peregrinos pero, ante todo, este personaje de Occitania (Francia) es reconocido por la Santa Sede como el Santo Protector ante la peste y toda clase de epidemias, tal como la que en estos momentos azota al mundo entero bajo el nombre de covid 19.
La fecha de existencia más aceptada históricamente de ‘Saint Roc’ de Montpellier, se fija entre 1348 y 1350, cuando en Europa hacía estragos la Segunda Peste Bubónica. Se dice que este abnegado santo, a pesar de ser hijo del gobernador de Montpellier, repartió sus bienes entre los pobres tras quedar huérfano a los 20 años y realizó milagrosas curaciones durante su peregrinaje hasta Roma.
Su fama como curador milagroso y protector de las enfermedades se extendió especialmente por tierras itálicas y germánicas en donde se erigieron numerosos templos en su honor, para invocar su favor. Posteriormente, lo mismo ocurriría por toda Hispanoamérica.
No es casualidad, pues, que el inicio de la construcción de la Iglesia de San Roque haya sido apoyada por el gobernador de la Provincia de Sabanilla (hoy Barranquilla) el 12 de septiembre de 1853, como gesto de agradecimiento por el final de una plaga de cólera que causó una elevada mortandad en la Región Caribe colombiana hasta 1849.
Se dice que en este año se produjo la milagrosa intervención del santo francés para detener la enfermedad.
Inicialmente, tras la plaga del cólera, sólo existía en el lugar una pequeña capilla creada alrededor de una estatua de San Roque de Montpellier que una de las familias ilustres, la de los Blanco, había importado desde aquella ciudad. De esta construcción original sobreviven restos a un lado del actual templo, en la esquina de la Calle 30 con la carrera 36.
La feligresía, agradecida por la milagrosa intervención, abogó por la creación de una nueva parroquia en torno a esta iglesia, pero este proyecto produjo no pocos conflictos y tensiones a finales de la década de los ’50 del siglo XIX, ya que el obispo de Santa Marta, monseñor José Romero, se negó a consagrar la iglesia de San Roque. Se acudió entonces al obispo de Cartagena, monseñor Bernardino Medina y Moreno, el 2 de febrero de 1858, pero éste también se negó.
Los superiores eclesiásticos alegaron que resultaba mucho más importante dedicar esfuerzos y recursos a restaurar la Iglesia de San Nicolás, que en aquel entonces era la catedral de la provincia y alrededor de la cual se había creado la única parroquia, pues en ese momento este templo presentaba serias señales deterioro.
Además, sostenían que no existía alrededor de San Roque una feligresía tan numerosa como para crear un nuevo distrito parroquial.
REBELDÍA Y EXCOMUNIÓN
No contentos con dejar el templo sin consagrar, los superiores eclesiásticos del sacerdote Rafael Ruíz, encargado del templo recién construido, deciden trasladarle a Galapa. Pero este ‘castigo’ llegó a su fin cuando varias familias de la Provincia de Sabanilla, en clara rebeldía contra las órdenes provenientes de Santa Marta y Cartagena, volvieron a poner al sacerdote Ruíz al frente de su iglesia, en lo que más tarde sería Barranquilla.
Durante esta situación, definida como cismática y que duró ocho años, el padre Ruíz llegó a ser excomulgado, pero en claro gesto de rebeldía, el porfiado religioso siguió adelante, apoyado por su feligresía. Se necesitó que una parte del techo de la iglesia o capilla original se derrumbara el 1 de enero de 1867, para que el sacerdote, tras ciertas conjeturas, lo atribuyera a un “mensaje que Dios le enviaba” para que se arrepintiera de su rebeldía. Así lo hizo, y fue a pedir el perdón de monseñor José Romero, quien al ver cómo la oveja desobediente volvía al redil y para dejar clara tanto su autoridad como su benevolencia, accedió a consagrar finalmente la Iglesia de San Roque como centro parroquial, el 30 de julio de 1881.
A la creación de esta parroquia se debe el hecho de que el barrio que la rodea se llame San Roque. Hasta entonces había sido conocido como Barrio Arriba.
Sin embargo, los problemas estructurales de este templo continuarían, por lo que se gestó la idea de crear un nuevo templo, mucho más grande y ambicioso. Y se destaca su importancia como hito arquitectónico al haber sido levantada al estilo neo- gótico florentino, único en Colombia y basado en las primeras iglesias góticas construidas inicialmente en Chartres (Francia). Esta construcción del templo tal como lo conocemos hoy se inició durante el cambio del siglo XIX al XX y se terminaría en 1941. Con sus 45 metros de altura, se convierte en su momento en el templo más alto de la ya conocida entonces como Ciudad de Barranquilla.
La construcción de templos neogóticos con sus característicos arcos ojivales en varias ciudades del continente americano es también interpretada históricamente como señal de una reconciliación entre la iglesia católica y los gobiernos estatales, que puso final a una serie de conflictos provocados por movimientos anticlericales que condujeron a expropiaciones e incluso a expulsiones de congregaciones cristianas de algunos países, como ocurrió con los jesuitas en Colombia a mediados del siglo XIX, bajo las presidencias de José Hilario López y de Tomás Cipriano de Mosquera.
A finales de 1899, el sacerdote Manuel de la V. Coronel hace levantar los planos para la reconstrucción de la iglesia luego del desplome del techo en 1867. En 1900, monseñor Pedro Adán Brioschi, obispo de Cartagena, coloca la primera piedra para la reconstrucción de la nueva iglesia.
Pero ante nuevas fallas estructurales en la construcción, se contrata al ingeniero holandés Antonio Stoute. En 1901 se encarga de la iglesia a los sacerdotes de la comunidad salesiana, quienes remplazan a los de la comunidad capuchina.
Una vez terminada su construcción, el 19 de octubre de 1941, Monseñor Francisco Ituriza, obispo salesiano de Coro (Venezuela), vuelve a consagrar la Iglesia a San Roque.
En el presente, el templo ha sido remozado en su fachada y se ha construido una plaza en su entorno, para lo cual se expropiaron los predios aledaños, pero voces entendidas de la ciudad advierten sobre la necesidad de introducirle profundas reparaciones para preservar su estructura.
Este es otro motivo por el que se hace necesario mirar hacia San Roque.
EL PADRE STANLEY MATUTIS
El Padre Stanley María Matutis Cyzauskaité nació el 13 de julio de 1913 en la pequeña localidad de Kunzaiciai, vereda del municipio de Kúliai, Lituania, república báltica que perteneció a la Unión Soviética. El 13 de julio de 1947, día de su 34°cumpleaños, llegó a Barranquilla y tres años más tarde el obispo de la Diócesis, Monseñor Jesús Antonio Castro Becerra, lo nombró párroco de San Roque, donde siempre permaneció y desarrolló su hermosa obra.
De acuerdo con la asociación de Exalumnos Salesianos, “la idea de construir el Centro Social Don Bosco en la llamada ‘Zona Negra’ de Barranquilla y las escuelas gratuitas fue su bandera, luego de la violencia y desórdenes que el 9 de abril de 1948, se desataron en toda Colombia con la muerte del Jorge Eliécer Gaitán. A pesar de la distancia geográfica con los hechos, el Colegio Salesiano San Roque (ubicado frente a la Iglesia de San Roque) fue quemado por una turba proveniente de la Zona Negra, muy cerca del sitio. El Padre Matutis concibió su propuesta educativa como solución al comportamiento de las personas que intervinieron en la agresión contra el colegio. Su entusiasmo y compromiso lo llevaron a recorrer casa por casa en la zona con el único norte de recuperar la dignidad humana de esta comunidad y mejorar su calidad de vida”.
Esta obra la materializó Matutis gracias a donaciones públicas y privadas, tanto de familias pudientes como de empresas de la ciudad. A través de ella, han recibido formación miles de niños y jóvenes, gran parte de ellos bajo el beneficio de una beca. Funciona actualmente en un área de 50 mil metros cuadrados, con edificios para aulas y talleres, un auditorio y un restaurante al servicio de los estudiantes, donde los más pobres, reciben almuerzo gratuito.
De este sacerdote se recuerda su espíritu aguerrido, no sólo para trabajar por los menos favorecidos sino además en el campo personal. Es popular la anécdota según la cual alguien con quien sostuvo una calurosa discusión terminó diciéndole al religioso: “no le pego porque usted lleva sotana”. Ante estas palabras, el cura párroco se despojó de su sotana e invitó al desconocido a solucionar el asunto a puños. La pelea fue impedida por intervención de otras personas presentes.
El padre Matutis, quien murió el 3 de febrero de 1999, fue además el asesor y líder espiritual de los exalumnos salesianos por 50 años.
Excelente. Gracias por este gran aporte.
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