Decepción. Esta es la sensación que se impone tras una inspección a la Plaza de San Nicolás, sector de Barranquilla en donde, según me aseguraron, existe todavía la posibilidad de conseguir historietas dibujadas, cómics o, según los conozco desde mi lejana infancia, 'paquitos'.
Para comenzar, cabe mencionar que cuando pregunté por ‘ventas de paquitos’ a un par de veinteañeros que trabajan en la plaza vendiendo ropa y calzado, se miraron el uno al otro como si no tuvieran ni idea de lo que les estaba hablando.
Y es porque en realidad no tenían ni idea.
Cabe por lo tanto explicar que ‘paquitos’ es el nombre que se le dio en Colombia a las historietas dibujadas, con formato de revistas, que narraban las aventuras de personajes con superpoderes, algunos de los cuales son conocidos por las nuevas generaciones gracias a que estos personajes han trascendido del anticuado formato de revista al cine, a las series de televisión e incluso a videojuegos electrónicos.
El Hombre Araña, el Capitán América y Linterna Verde son tan sólo tres ejemplos de personajes que han sobrevivido al cambio generacional y a la digitalización de los medios. (Suponemos que un personaje como Tarzan, condenado a vivir entre chimpancés y gorilas en la isla de Borneo, sin acceso a armas de rayos láser ni encuentros con extraterrestres, está más que condenado al olvido total por mucho que se le haya intentado rescatar hace unos años mediante grandes producciones cinematográficas).
Pero no eran tan sólo superhéroes. También se vendían paquitos que tenían como protagonistas a los personajes de la casa Walt Disney, por poner un ejemplo: el Pato Donald, Rico McPato, Mickey Mouse…
Durante los años 60, 70 y hasta antes del surgimiento de internet fueron muy populares entre la niñez y la juventud de toda América Latina (en los Estados Unidos y Canadá también), con México como principal distribuidor para todo el subcontinente. La mexicana Televisa era, por cierto, una de las principales casas que imprimían estos formatos. En España se les conoce como Tebeos.
Cuando me dijeron que en la Plaza de San Nicolás y sus alrededores hallaría los entrañables paquitos, imaginaba que se trataba de ventas callejeras dedicadas exclusivamente a comerciar con ellos.
Y, sobre todo, tenía esperanzas de reencontrarme con mis personajes favoritos, que eran los superhéroes de la Márvel (Spiderman, el Capitán América, Flecha Verde, Thor, Iron Man, El Hombre Elástico) o con los de la DC (Supermán, Batman y Robin, la Mujer Maravilla, Flash, Linterna Verde, Aquaman o supervillanos como Lex Luthor, Brainiac o el Joker).
Por no hablar de los personajes de Walt Disney, que consumí durante mi infancia aún más lejana.
Malas noticias: algunos de los vendedores que pude entrevistar (y que conocían la palabra ‘paquito’) me aseguraron que esos (mis favoritos) ya no se consiguen en el comercio. “Quienes los conservan, los tienen guardados como tesoros”, me explicó uno de ellos.
El grueso de personajes o de títulos que se consiguen para la venta hoy en día son Condorito, Kalimán, Águila Solitaria y Memín.
Y no es que yo no haya comprado y leído a Condorito y a Kaliman en su momento (de Aguila Solitaria y Memín, debo confesar que nunca me llamaron la atención) pero Condorito tampoco es de los paquitos que me hubiera gustado coleccionar o reencontrar después de tantos años.
Hay que aclarar que tampoco existen ya puestos callejeros que se dediquen exclusivamente a vender este género. Los paquitos ocupan una pequeña sección del total de la mercancía, que suele estar compuesta mayoritariamente por revistas, textos escolares, novelas (Corin Tellado sigue siendo una de las autoras más leídas).
“Es que ya nadie vive de paquitos”, me explica Carmelo Tapia, conocido como ‘Toto’ en el medio, quien tras haber sido soldador, marinero, ayudante de cocina y de albañilería entre otros oficios, comenzó hace más de 30 años a comerciar con material impreso.
Recuerda que años atrás sí existían puestos de ventas callejeros dedicados no sólo a vender exclusivamente paquitos sino también a alquilarlos. “Eso desapareció, ahora es necesario diversificarse para mantenerse en el mercado porque lo cierto es que la clientela que apreciaba y compraba aquel material es cada vez más escasa”.
De hecho, me explica que en el caso de los paquitos, resulta extraño verlos en exhibición, porque si bien aún hay compradores, estos suelen hacer sus compras sobre pedido y el vendedor, tras una dispendiosa labor de búsqueda, suele llevárselos a domicilio a la persona interesada. O sea que este material suele verse muy poco en los puestos de venta.
¿Y dónde los obtienen los comerciantes?
Sobre este punto, está claro que Toto no va a darme los detalles, pero me explica que como a él ya lo conocen, no es extraño que le avisen que en determinado domicilio están vendiendo toda la biblioteca o incluso el contenido completo de un hogar que va a ser desocupado, ya sea por motivos de viaje, mudanza, o cualquier otra circunstancia.
Entonces él va a visitar el lugar y a seleccionar el material que le interesa.
Los precios varían. Uno de Condorito se puede vender hasta en 30 mil pesos mientras que uno de Kalimán puede alcanzar los 50 mil pesos o más. “Si llegaran a caer en mis manos esos que usted menciona: Supermán, Batman, Aquaman, eso ya sería como ganarse la lotería”, comenta Toto mientras nos despedimos en su puesto de ventas en la Casa Vargas.
Pero aún me aguarda una sorpresa. Otro de los comerciantes del mismo lugar, quien se dedica a la venta de literatura universal, sobre todo en forma de novelas, ha estado escuchando nuestra conversación.
Se llama Elkin Llama, tiene 55 años, y me pide que lo siga hasta su propio puesto de ventas en Casa Vargas para mostrarme lo que él llama “un tesoro”.
Una vez allí me muestra un tomo empastado, de unas trescientas páginas, con toda la colección de la fotonovela ‘El Valiente’. La recuerdo. Es un western, género que también estuvo entre los favoritos de mi infancia, pero no en formato de fotonovela sino dibujados: El Llanero Solitario, Lucky Luck, Red Ryder, Roy Rogers y Colt Kit.
Las únicas fotonovelas que compré durante mi infancia fueron las de ‘El Santo- El enmascarado de Plata’. Se lo menciono al señor Llama y él se lleva la palma de una de sus manos a la frente: hace poco vendió un tomo empastado de ‘El Santo’ parecido al de ‘El Valiente’. Le dieron más de 200 mil pesos por él.
¿Dónde lo obtuvo? “Bueno” —responde enigmáticamente— “es que uno ya tiene sus contactos”. Y no da más detalles.
Aunque en realidad no estoy interesado en adquirirlo, le pregunto por el precio que tiene la colección de ‘El Valiente’ empastada y me dice que espera venderla aproximadamente por el mismo precio, a pesar de que ‘El Santo’ es más popular.
“Puede ser que lo venda hoy mismo, o de pronto pasan unos meses, o hasta un año, pero sé que es una venta asegurada”, me explica.
Por Carlos A. Sourdis Pinedo
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