Por Carlos A. Sourdis Pinedo
Según el columnista y escritor Daniel Samper Pizano, además de los títulos de ‘Libertador’ y ‘Padre de la Patria’, uno de los apelativos con que se debió haber conocido a Simón Bolívar es el de ‘Culo de Hierro’.
Basa esta afirmación en los miles y miles de kilómetros que el aguerrido general hizo a lomo de caballo por cinco países, yendo y viniendo a través de Los Andes durante su gloriosa gesta independentista, y en la necesaria fortaleza que la mencionada parte de la anatomía debía poseer para soportar estos interminables viajes ecuestres.
Sin embargo, es el bronce —y no el hierro— el metal que predominantemente se ha utilizado para erigir, con caballo o sin él, las cientos o miles de estatuas en las distintas ciudades de los países que Bolívar y sus tropas liberaron del dominio realista español, tal como sucede con una de las estatuas más conocidas de Barranquilla.
Se trata de la estatua en la que se le representa, precisamente, montado en un caballo y que domina la escena del Paseo Bolívar, calle fundacional en el Centro de esta ciudad. Del cuadrúpedo, no se sabe si se trata de ‘Palomo’, nombre que la historia —o más bien ya la leyenda— atribuye al también sin duda heroico caballo del militar.
Lo que sí sabemos es que la estatua fue develada hace 101 años, para celebrar el centenario de la Independencia del antiguo Virreinato de la Nueva Granada—hoy República de Colombia—; que fue fundida y moldeada por el francés Emmanuel Frémiet, famoso por otra obra suya de 1874, la de la también aguerrida Juana de Arco, estatua que hoy domina la Plaza de las Pirámides en París.
También, que su creación y su llegada a Colombia se debe a una donación del filantrópico caballero don Andrés Obregón, precisamente para celebrar dicho centenario. Esta ceremonia de develación no se llevó a cabo en el Paseo Bolívar, ya que en aquel entonces esta avenida era conocida como Paseo Colón, y la estatua que se levantaba antes de la del Libertador en ese lugar era la de del ‘descubridor de América’ y almirante genovés Cristobal Colón.
Por lo tanto, la ceremonia de inauguración se hizo en la Plaza de San Nicolás, emplazamiento original de la estatua ecuestre de Bolívar recién llegada a esta ciudad. Ahí permaneció hasta que Libertador y caballo fueron trasladados al lugar dominado por Colón, y este último pasó a ocupar su lugar actual en la hoy denominada Carrera 50, en cercanías a la Iglesia del Carmen.
Desde que se llevó a cabo este movimiento de estatuas casi ajedrecístico, en 1937 y por iniciativa del Concejo Municipal, la principal avenida en la historia del Centro de Barranquilla dejó de llamarse Paseo de Colón y fue rebautizada con su nombre actual, Paseo de Bolívar. Ya había recibido antes los nombres de Camellón Abello y, originalmente, de Calle Ancha, desde cuando Barranquilla (entonces Sabanilla) no era más que un caserío o ‘Sitio de Libres’, aún bajo el yugo español.
En los años ‘70 del siglo pasado la estatua de Bolívar fue rodeada por hermosas fuentes rectangulares en cascada, iluminadas por reflectores de colores, que le dieron un vistoso y atractivo aspecto al sector, pero la desidia oficial permitió que el lugar terminara convertido en un ‘bañadero de locos’ y la caseta de motobombas que hacían circular el agua en un refugio para consumidores de estupefacientes.
Estas fuentes fueron demolidas a principios del cambio de milenio y, tras la remodelación del Paseo Bolívar, el lugar adquirió el aspecto más sobrio y minimalista que ofrece hoy. A través de todos estos cambios, siempre ha sido uno de los sitios de actividad cotidiana más vibrante y de los más concurridos del Centro de Barranquilla.
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