Por Carlos A. Sourdis Pinedo
La recurrencia de guerras civiles en Colombia entre los finales del siglo XIX y comienzos del XX redujeron la afluencia de inmigrantes al país, especialmente de profesionales. Pero precisamente durante este periodo se abre una ventana para la penetración del estilo arquitectónico republicano en el Caribe Colombiano, en donde la violencia partidista fue menos intensa.
Esta corriente rompería con los cánones de la arquitectura colonial del virreinato y traería como resultado la transformación del panorama urbano de ciudades como Barranquilla, Cartagena, Montería o Cereté.
Concentrándonos en la primera urbe, un destacado ejemplo de esta tendencia arquitectónica también denominada ‘clasicismo tardío’ es el edificio de la Aduana.
Así lo consigna el investigador y profesor de arquitectura de la Universidad del Atlántico Erick Figueroa en su ensayo ‘Leslie Arbouin, Gaston Lelarge y Joseph Martens: tres arquitectos extranjeros en el Caribe colombiano, 1880-1930’.
La Aduana de Barranquilla, inaugurada en 1921 por el presidente Marco Fidel Suárez, se ubica en el extremo sur de la industrial Vía 40 (en la calle 36ª si nos atenemos a la nomenclatura para su fachada principal). Se empezó a construir en 1919 bajo la dirección y diseño del arquitecto inglés Leslie Arbouin. Por ella pasaba toda la mercancía que se importaba y exportaba a través del Muelle de Puerto Colombia, gracias a la línea férrea que unía este municipio portuario con la Estación Montoya, contigua al edificio de la Aduana.
UNA DESCRIPCIÓN
“Consta de tres secciones diferenciadas. Una central de dos pisos y dos alas laterales de un piso cada una. La Estación Montoya se conecta al edificio por una de estas alas. El volumen principal de dos pisos es una estructura de apariencia neoclásica, marcada en la fachada por un volumen saliente conformado por cuatro columnas de fuste estriado que soportan un frontón triangular de tímpano liso. Fustes, capiteles, frisos, cornisas y paramentos de yesería denotan un gran conocimiento de los órdenes clásicos”.
A la anterior descripción hecha por Colparques se añade que “la distribución interna del edificio se desarrolla a partir de un pequeño vestíbulo central que se abre en una escalera de proporciones y de trazado bastante interesantes. La segunda planta es un vasto espacio libre dividido en tres franjas longitudinales por dos filas de columnas muy esbeltas. La distribución de los sitios de trabajo se obtiene mediante divisiones de baja altura y enrejados en hierro muy transparentes. De esta forma el gran espacio conserva su continuidad y disfruta de excelente ventilación cruzada”.
“Era el epicentro de la economía en la época del auge del sistema de transporte y de las actividades portuarias fluviales. En sus alrededores se localizaba un buen número de las estructuras físicas que sirvieron de soporte a esta actividad: el puerto fluvial propiamente dicho, la terminal del ferrocarril que conectaba con el puerto marítimo, las instalaciones de la Aduana, bodegas, depósitos, oficinas gestoras”, según lo señala una publicación de la Cámara de Comercio de Barranquilla.
LA DANZA DE LOS MILLONES
Y su financiación fue posible gracias a la inyección de capital proveniente de los Estados Unidos debido a la indemnización que este país pagó al Estado Colombiano (US$25 millones de dólares de la época), en compensación por el apoyo político y militar de la potencia del Norte a la segregación de Panamá del territorio nacional, observa en su ensayo Figueroa Pereira.
Cabe recordar que otro incentivo económico para la transformación urbana de las ciudades mencionadas fue la llamada ‘Danza de los Millones’, que se caracterizó por amplias facilidades de acceso a los empréstitos por más de US$200 millones de la banca norteamericana, interesada en los yacimientos petrolíferos del país.
La Aduana mantendría su estatus como eje de la actividad comercial hasta la construcción del tajamar de Bocas de Ceniza y el traslado del puerto al sitio del actual terminal fluvial a finales de los años ’30, con la consiguiente decadencia de la navegación marítima.
DECADENCIA
Esta decadencia traería como consecuencia el progresivo deterioro y descuido del edificio de la Aduana y del de la cercana Intendencia Fluvial, dos hitos arquitectónicos y ejemplos del ‘boom’ comercial e industrial de la Barranquilla de principios de siglo XX.
En el período de 1951 y 1964, cuando aproximadamente se duplica el número de habitantes en la ciudad (de 259.627 a 498.301), se acelera el deterioro del centro tradicional y sus alrededores como resultado de la transformación en una zona de comercio pesado y de la proliferación de actividades económicas informales, que genera una irrefrenable invasión del espacio público.
Este proceso se agudizó a principio de los años ‘80, cuando se trasladan las dependencias de la Aduana que funcionaban en este Palacete, quedando el edificio en completo abandono.
RESTAURACIÓN
En 1981, la Administración local encarga el estudio para la renovación urbana del Centro: Entre la calle 40, la carrera 38 y el Río Magdalena. En este plan se incluía, por supuesto, el Palacio de la Aduana.
En esa misma década la Cámara de Comercio de Barranquilla (CCB) lanza una cruzada para salvaguardarlo como símbolo de la historia de Barranquilla, aunando esfuerzos con el Gobierno Departamental y el Gobierno Nacional comienzan en 1993 los trabajos para su restauración física y simbólica.
En 1994 lo entrega a la ciudad y a Colombia completamente renovado y listo para que sirviera de sede a uno de los proyectos culturales más importantes en los últimos años en la ciudad y el Departamento del Atlántico, en donde también intervino la CCB. Esta restauración marca el inicio del rescate del Centro Histórico de Barranquilla, ya que es el primer ejercicio en este sentido que se realizó en la ciudad.
Esta joya arquitectónica es un ejemplo de la Barranquilla que mira hacia el Centro y busca su rescate patrimonial, así como un punto de encuentro entre la actividad gremial y la cultural.
Está integrado por el Archivo Histórico del departamento del Atlántico, la Biblioteca Piloto del Caribe, la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe y el Centro de Documentación Musical ‘Hans Federico Neuman’.
El complejo es administrado por la Corporación Luis Eduardo Nieto Arteta; funciona en históricas edificaciones, aledañas al Edificio de la Aduana, como las estaciones del Tranvía y Montoya.
Otros escenarios que lo integran son el parque cultural Aduana-Elbers, la plaza de la Locomotora, el Auditorio Mario Santo Domingo, una plazoleta, la galería de la Aduana y La Arcada, espacios para la realización de eventos, presentaciones, asambleas, reuniones, entre otros.
Además, en las edificaciones funcionan entidades privadas como la Cámara de Comercio de Barranquilla, la ANDI, Fundesarrollo, el Fondo Regional de Garantías e Incubar.
El antiguo edificio de la Aduana (y las estaciones del tranvía y Montoya) fueron declarados monumentos nacionales. Fue además galardonado con el Primer Premio Nacional de Arquitectura en la categoría de Restauración, y con el Primer Premio Internacional FIABCI de Renovación Urbana.
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